El viento frío de finales de invierno azota las hojas en la calle. La lluvia cae sobre ellas, bañándolas de la única manera en la que ellas se pueden sentir agusto.
Al otro lado de la ventana hay una chica. Todavía tiene el pelo mojado y el fleco le cae sobre los ojos.
Está llorando.
No, no le han roto el corazón. Y no, tampoco ha perdido a una amiga.
Simplemente llora por la vida. Porque tiene la sensación de que la vida pasa, de que nos arrastra con ella y nosotros,para no perdernos, nos agarramos a las primeras ramas que se cruzan en nuestro camino.
Mira por la ventana, aun llueve y el viento es cada vez más fuerte.
Ella sigue llorando. Es imposible parar un huracán una vez que ha empezado.
Con un poco de valor, se levanta y se seca el pelo, una estupidez, dado que va a volver a salir a la calle.
¿Por qué? Nadie lo sabe. ¿Seguirá llorando? El tiempo lo dirá.
Pero hoy ha decidido levantar cabeza solamente por buscar su felicidad, y eso es lo más valioso y valiente que alguien puede hacer por si mismo.