Es tiempo de madurar. De crecer. De mirar hacia atrás y ver tan solo lo que has vivido. De apreciar las señales que te otorga el destino. De pensar con la cabeza y no tomar decisiones precipitadas.
De amar sin tener miedo. De responderte tus propias preguntas. De cuestionarte tus propias dudas. De saber escuchar no solo con los oídos, sino también con el corazón.
De cambiar las normas y de romper las leyes. De divertirte sin control. De reírte sin parar. De mirar el presente sin pensar en el futuro. De bromear con tus amigas.
Pero también es el momento justo de arreglar nuestros errores sin temer lo que pueda pasar. Y no solo de pensar en los demás, sino tambien tenerte a tí en cuenta.

Esta entrada está dedicada a una amiga que lo necesita, a todas las amigas que lo necesiten cuando no sepan que hacer. Tú y solo tú sabes la respuesta correcta. No te quedes anclada en el pasado ni pienses desesperadamente en el futuro. El presente es lo que importa, aprovecha el momento.

Y con el corazón en un puño, caminas lentamente por ese sendero. Tropiezas con cada piedra minúscula y con cada rama caída. Miras a tu al rededor, buscando tu propio miedo. Giras sobre tí misma, pero sigue sin haber nada.
De repente, un enorme dragón aparece ante tí, escupiendo fuego. Y como si nada, tu ropa se convierte en armadura y tu mano enpuña una enorme espada. Luchas contra el dragón sin miedo, durante horas que pasan como minutos. Finalmente le derribas y, de la misma manera que apareció, ya no está.
Una ruido en tus oídos empieza a pitar como si fuese su último deseo y todo se empieza a difuminar. En un abrir y cerrar de ojos todo ha desaparecido. Y la alarma de tu mesilla amenaza con dejarte sorda. Por detrás entra tu madre, que grita desesperadamente por conseguir que te levantes.
Moraleja: Si tienes un problema, es mejor afrontarlo. No vuelvas a mirar hacia atrás si sabes con certeza que es delante donde vas a encontrar tus errores.
Frase: Sólo hay que temer al propio miedo.

Cuando persigues un sueño, encuentras en el camino muchas señales que te indican la dirección, pero si el miedo te embarga no las ves.
                                              
                                                 ~Federico Moccia~

Cuanta lluvia. Agua, agua y más agua. Frío y viento, pero a la vez sol. Intento usar mi paraguas, pero está roto. No, no es este día precisamente aquel en el que me besa un príncipe azul debajo de la lluvia, como si fuera una princesa. Tampoco es uno de esos días de lluvia en los que, cuando vas a refugiarte, conoces a la persona más importante de tu vida. Mierda, me mojo demasiado. Mis apuntes están empapados, ya no sirven. Parece que me he bañado en el mar, y que he nadado con los peces. Pero no, nada de eso. Yo sola, la única persona en la calle, pisando charcos de agua, corriendo para evitar mojarme mientas las gotas de lluvia me dan de lleno en la cara. Y, así, de golpe, me paro en medio de la calle. Como si fuera un impulso. ¿ De verdad sirve esto?, ¿Voy a ser más feliz por correr y agobiarme?, No. Y como quien no quiere la cosa, me pongo a bailar. Sola, bajo la lluvia. Haciendo bailar al mundo.

Llegas allí. Está muy oscuro, a penas se distinguen siluetas. Intentas tocar algo con las manos para poder moverte sin chocarte. Pero no tocas nada; está vacío. Vacío, oscuro y silencioso. Gritas, pero no escuchas tu propia voz. Saltas, pero a penas te despegas del suelo. Intentas correr, pero tus piernas te pesan. Entonces te derrumbas y lloras. Lloras echando de menos tu vida, tus amigas, tu novio, tu ropa y tus zapatos. Y luego empiezas a pensar: ''¿Dónde estoy?'' y una vocecita que viene de tu interior te dice: ''En lo más profundo de tu corazón''. Tu corazón. Vacío, áspero, sin sentimientos, sin libertad. Ahora solo tú eres capaz de cambiarlo.