No me lo creo. Me estabas mirando.
Vale, ahora sí que estoy liada. Faltan dos minutos, y se pasan volando con miradas fugaces. Llega el tren, entro, me siento y pienso en quién es ese chico que ha hecho que piense en él sin ni siquiera saber su nombre. Hay que ver cómo es la vida, yo soy un alma libre, joder, no pienso enamorarme otra vez. No, se pasa demasiado mal. Espera... en el vagón de al lado... tu gorra... eres tú. Tu también has cogido el tren, entonces caigo en la cuenta. Te he visto otras veces, vives cerca de mi casa, te paras en la misma parada que yo. Llegamos a la parada. Te vas rápido con tu monopatín y coges la primera calle. Cuando doblas la esquina, echo a correr y cojo la segunda calle para cruzarme contigo. Mi plan sale perfecto. Nos cruzamos de frente. Me miras, te miro y sostenemos durante escasos segundos este cruce de miradas.
No sé tu nombre, pero no me hace falta saberlo, ya me has enamorado.
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